La montaña mágica (Der Zauberberg) es uno de los relatos de iniciación, a
mi juicio, más fascinantes que he leído jamás. Thomas Mann la publicó en 1924, tras largos años de elaboración en
los que modificó aspectos sustanciales de la misma desde el punto de vista de
los personajes e incluso de la interpretación política que se desprende de
ella. Es una novela filosófica cuyo eje central es una reflexión sobre el
tiempo, la sociedad y la muerte.
Hans Castorp va a
pasar unos días con su primo Joachim
Ziemssen en el Sanatorio Internacional
Berghof situado en los Alpes.
Llega como visitante pero termina internado como enfermo. Y ahí empieza la
espléndida transformación del protagonista que se va adaptando al entorno y
estableciendo interesantes relaciones con los distintos personajes del
sanatorio: una relación profundamente sensual y erótica con Claudia Chawchat, una mujer asiática
que le fascina, con el director del sanatorio Berghof y con sus mentores filosóficos y políticos Settembrini y Naphta que representan posiciones filosóficas y sociales netamente
distintas.
Leí esta novela durante un tratamiento antidepresivo y no
pude sino sentirme profundamente identificado con la enfermedad del
protagonista y el sentimiento del tiempo
de las alturas que me terminó cautivando y me llevó a anhelar ser un
residente enfermizo del sanatorio Berghof
en un ambiente de discusiones filosóficas y de una relación profundamente
sensual con Claudia, esa mujer
asiática de la que todos nos enamoramos. Me atrajo profundamente la reflexión
sobre el tiempo y sobre la muerte que vertebra la novela. Cada página leída era
una caricia para el alma en aquel tiempo mágico en que leí esta novela que se
convirtió en uno de los textos más importantes que he leído en mi vida.
Me imaginaba siendo un enfermo en el sanatorio, tumbado en
una chaise longue, arropado por
mantas, contemplando el transcurrir del día y el declinar del sol frente a la
mole de los Alpes, sin nada especial que hacer salvo ser consciente de mi
propia vida, y sin preocupaciones exteriores fuera del sanatorio. Un tiempo
realmente denso e imaginativo. Profundamente autónomo. Enfermizo.