domingo, 30 de junio de 2013

La montaña mágica



La montaña mágica (Der Zauberberg) es uno de los relatos de iniciación, a mi juicio, más fascinantes que he leído jamás. Thomas Mann la publicó en 1924, tras largos años de elaboración en los que modificó aspectos sustanciales de la misma desde el punto de vista de los personajes e incluso de la interpretación política que se desprende de ella. Es una novela filosófica cuyo eje central es una reflexión sobre el tiempo, la sociedad y la muerte.

Hans Castorp va a pasar unos días con su primo Joachim Ziemssen en el Sanatorio Internacional Berghof situado en los Alpes. Llega como visitante pero termina internado como enfermo. Y ahí empieza la espléndida transformación del protagonista que se va adaptando al entorno y estableciendo interesantes relaciones con los distintos personajes del sanatorio: una relación profundamente sensual y erótica con Claudia Chawchat, una mujer asiática que le fascina, con el director del sanatorio Berghof y con sus mentores filosóficos y políticos Settembrini y Naphta que representan posiciones filosóficas y sociales netamente distintas.

Leí esta novela durante un tratamiento antidepresivo y no pude sino sentirme profundamente identificado con la enfermedad del protagonista y el sentimiento del tiempo de las alturas que me terminó cautivando y me llevó a anhelar ser un residente enfermizo del sanatorio Berghof en un ambiente de discusiones filosóficas y de una relación profundamente sensual con Claudia, esa mujer asiática de la que todos nos enamoramos. Me atrajo profundamente la reflexión sobre el tiempo y sobre la muerte que vertebra la novela. Cada página leída era una caricia para el alma en aquel tiempo mágico en que leí esta novela que se convirtió en uno de los textos más importantes que he leído en mi vida.

Me imaginaba siendo un enfermo en el sanatorio, tumbado en una chaise longue, arropado por mantas, contemplando el transcurrir del día y el declinar del sol frente a la mole de los Alpes, sin nada especial que hacer salvo ser consciente de mi propia vida, y sin preocupaciones exteriores fuera del sanatorio. Un tiempo realmente denso e imaginativo. Profundamente autónomo. Enfermizo. 

8 comentarios:

  1. He aceptado la clasificación de Thomas Mann como uno de los grandes desde hace muchos años.
    Sin embargo, siempre que pretendo leer la montaña mágica, cada pagina me detiene; es un andar sobre la nieve que vuelve mas pesado cada paso.
    He intentado leerla al menos unas cuatro veces, pero unas cuantas paginas después no puedo mas.
    Espero poder hacerlo dentro de unos años.

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    1. Hay un momento adecuado para los libros. Para cada libro. Yo tenía una edición de la novela hace más de veinte años que no había abierto. Ya estaba incluso amarillenta, y en un momento determinado de mi vida y en unas circunstancias que he explicado me adentré en ella con una sensación maravillosa. La novela se me abrió y me identifiqué plenamente con sus peripecias y su música. Curiosamente tiempo después quise volver a ella y no pude pasar de las primeras páginas. Creo que la leí en un tiempo de excepción, sin saber nada de ella, y se me hizo ligera, sumamente ligera, y transparente. Hoy sé demasiado de ella para que me vuelva a cautivar como hizo esa vez extraordinaria. Y temo relecturas que desdigan la sensación de prodigio que tuve la primera vez. Entiendo perfectamente lo que dices. Ha habido libros en mi historia que me han fascinado, pero leídos en otras circunstancias me han aburrido soberanamente. Es el misterio de los libros: que llegan a nosotros a veces en momentos clave. Y si no es así, poco hay que se pueda hacer para meternos en ellos. Muchas gracias por tu comentario.

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    2. De acuerdo contigo en que hay un momento adecuado para ciertas historias. Si están bien acabadas pero no nos llaman, mejor dejarlas para cuando correspondan a nuestros estados de ánimo. Hago eso cuando voy a la biblioteca o la librería, dejando que algún texto me llame la atención, sin importar si está o no en boga ni cuando se haya escrito... Y casi siempre hay uno que parecía estar esperándome. Parece que sucedió eso contigo al entrar en la lectura de esta novela de Mann.

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    3. Esa es la idea: que los libros de alguna manera nos esperan, Víctor. Otras veces leemos por disciplina y funciona más o menos bien. Sin embargo, hay libros que adquieren un gran espesor en nuestra vida que han llegado en su momento oportuno, cuando los necesitábamos. Sin duda, la novela de Mann llegó en el momento propicio cuando había estado en mi biblioteca llenándose de polvo por más de veinte años. Además la contemplaba con temor. Pero en un momento sentí su necesidad y me adentré en ella. Sería incapaz de recomendar ningún libro a nadie, más allá de hablar de ellos porque sé que cada uno tiene sus tiempos y sus ritmos.

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  2. Uff "La montaña mágica" es una de mis cumbres literarias pendientes, empecé su ascensión pero ahora reposo en un refugio de altura esperando el momento de hollar su cumbre.
    Su ritmo pausado y prosa alambicada me dificultan su lectura armoniosa. En fin será mi estilo de lector.
    Un saludo,
    GRK

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    1. Como he escrito, Gorka, yo tuve veinte años el libro en mi librería hasta que sentí que había llegado el momento de leerlo. Y acerté. No sé si nunca más se volverá a producir esa conjunción entre la lectura y mi interioridad. Un abrazo, Gorka.

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  3. Coincido contigo en que es una de las lecturas más fascinantes que he hecho. Yo la leí con unos 20 años, en plena efervescencia juvenil, pero al igual que tú, me identificaba absolutamente con Hans, su manta, su hamaca y las montañas. Me encantaba cómo se tejía ese círculo de diferentes personajes en torno a Hans, y cómo se configuraba el microcosmos que era el sanatorio. Una delicia.
    Un placer leerte aquí, Joselu.

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    1. Gracias, Carlota, por tu participación en este blog que preveo minoritario y apartado del caudal general. Pretende alejarse de lo pedagógico y acercarse a lo literario tomando como base lecturas que han sido esenciales en mi vida, hace tiempo o recientemente. Me identifico totalmente con la descripción sintética que has hecho de la realidad de Hans Castorp con su manta, su hamaca y las montañas. Lo leí a otra edad que la tuya a pesar de que llevaba en mi biblioteca desde la que tú lo leíste … pero tuvo que entrar en el que era su momento en que pude entender mejor lo que era un estado enfermizo. Me sumergí plenamente en su estado, en sus atracciones, en sus conversaciones, en sus conflictos. Pocos libros han dejado tal poso en mí. Fue una identificación plena la que sentí con el protagonista y su realidad.

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